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Como ya sabéis, todos los sentidos están presentes en una cata, ya sea de un vino o de cualquier otra sustancia, si bien el más importante y evocador, es sin duda alguna el olfato. Los olores están presentes en todo lo que hacemos y nos acompañan a lo largo del tiempo, como la memoria de nuestra historia. Lo curioso es que todos reconocemos aromas porque los tenemos guardados en esos cajones del recuerdo, pero no tienen una etiqueta clara o precisa, sino que son sensaciones y emociones lo que asociamos a un determinado olor.
Es el olor dulce y entrañable de la crema de manos de nuestra madre, el olor a azahar en la primavera, el olor del tabaco mezclado con perfume y alcohol, la tierra mojada, ..etc. Por eso para ayudarnos evocar y ponerles nombres a estos recuerdos olfativos, tenemos esos “cajones” de aromas, como este que tengo aquí, la Nariz del vino. Una creación francesa utilizada para mejorar la calidad organoléptica del catador o amante del vino. Son unos botecitos donde hay los compuestos químicos que dan 54 de los aromas básicos que podemos encontrar en el vino; aromas frutales, herbales, florales, especiados, balsámicos, etc.

Y ¿Cómo despertaremos nuestros recuerdos asociados al olor? Muy fácil. Cogemos un bote al azar, lo abrimos y lo olemos pausada e intensamente. Enseguida vendrán los recuerdos y lo buscaremos en nuestra memoria, en el momento o en la persona que nos trae ese aroma.
Para ayudarnos en el proceso, “La nariz del vino” viene acompañada de un libro con unas pequeñas claves para rememorar el olfato, así como de una especia de manual del olor para una cata de vino, en la que cada bote tiene una ficha donde nos indica en qué tipo de vino aparece ese aroma.

Cuidaos mucho en estos días de confinamiento. Ahora podemos disfrutar de esas pequeñas cosas para las que a veces no tenemos o no le dedicamos todo el tiempo necesario. Puede ser un momento para pensar y recordar.