Gastroexperiencias
En la última semana de noviembre tuvo lugar “Iberovinac”, el XVI Salón del Vino y la Aceituna de Extremadura, en Almendralejo. Ciudad que posee dos títulos: uno otorgado en 1987 como “Ciudad Internacional del Vino” y otro desde hace más de treinta años, como “La Ciudad del Cava”. Es la única ciudad Extremeña donde se puede elaborar cava.
Este año Iberovinac ha tenido un enfoque de “Enoturismo” un concepto que surgió hace unos años para definir el tipo de turismo que ofrece al visitante la posibilidad de conocer la gastronomía, la cultura, la tradición y la salud a través del vino. Cada día hay más gente que se acerca a las bodegas para conocer cómo se elabora un vino.
Iberovinac es la única feria de vino que se realiza en Extremadura. Antes se celebraba en mayo, pero desde el 2013, es el mes de noviembre el privilegiado para este espectacular evento en el que todas las bodegas participan. No es una feria de gran referencia como Fenavin o Alimentaria, donde podemos encontrar bodegas de toda España. Es modesta pero entrañable y eso me emociona. Este año han asistido bodegueros extremeños y portugueses, además de la D.O. Valdeorras.
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Imagen de izquierda a derecha: Yolanda Hidalgo e Ignacio de Miguel |
Los vinos que catamos.
Ignacio de Miguel fue quien inauguró este año las catas organizadas. Es conocido como el enólogo de la “jet set”o de los famosos, así que, cuando me enteré de que venía este año a Almendralejo, era una cita a la que no podría faltar. Tenía curiosidad por escuchar a un enólogo como él, con una gran trayectoria profesional. Seleccionó sólo seis referencias de vino para la cata. Todos tintos con crianza de bodegas que asesora en diferentes zonas vitivinícolas de España, pero con un denominador común: la misma mano que “compone los vinos” mediante la cata, que es así como llama él al proceso de hacer las mezclas, “coupage” o dicho de otra forma, los “blend”. Es una forma original de describirlo, porque, realmente, es como si compusiéramos un poema o una partitura de música. Todo tiene que encajar hasta llegar al equilibrio.
La cata también fue una oportunidad única para conocer de primera mano algunos de sus proyectos. Me gustó su sinceridad y la cercanía con la que hablaba de cada uno de ellos. Comenzó en Pagos de Familia Marqués de Griñón, teniendo la oportunidad de trabajar con Michel Rolland. Cuando hablaba de Carlos Falcó, recordé cuando trabajé ahí en el 2012. Fue una gran experiencia personal y profesional.
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Imagen de Yolanda Hidalgo: Algunos de los vinos de Ignacio de Miguel |
Los futuros proyectos de Ignacio de Miguel.
Ignacio de Miguel inicio más adelante su proyecto personal como asesor, trabajado actualmente con un gran número de bodegas de diferentes zonas, como él mismo dice “No soy un flying winemaker sino enólogo de driving winemaker” o dicho de otra forma un enólogo rodante. Así es como se definen a los enólogos cuya filosofía va más allá de un único proyecto, sabiendo trasladar y adaptarse a diferentes zonas vitivinícolas, aportando toda su experiencia profesional y personal.
¿Cómo hay que entender el vino?
Estoy de acuerdo con él en que no podemos cambiar el sitio donde nace un vino. No hay que olvidar la complejidad vitivinícola de España; donde encontramos una gran diversidad de suelos y climas. Como bien dijo “Los vinos están marcados por tres factores: uno el sitio dónde nace, el segundo es la variedad y el último es el trabajo del hombre”. El único que no podemos modificar es el lugar donde nace. Igual pasa con las personas.
Un vino capaz de transmitir el sitio donde nace; escapando de la globalización ausente de personalidad. Sin reflejar a la persona que lo elabora, como bien dice Ignacio de Miguel “el enólogo debe de ser la persona que lo guie”. Por eso, nos reto a que al final de la cata le dijéramos si hay en “carácter Ignacio de Miguel” en todos los vinos o si por el contrario, tienen una personalidad navarra, ribera, rondeña o extremeña. Y lo comprobé, cada vino que cataba era diferente al anterior.
Al escucharle hablar de las bodegas y los vinos, de cómo empezó el proyecto, del tipo de suelos, sus barricas; sentí la curiosidad de visitarlas y conocer más sobre ellas.
Encantada de conocerte!
Gracias por estar al otro lado!
Yolanda Hidalgo
PDT: Cuéntame en los comentarios ese vino que te enamoró por sus sabor, aromas, que recomendarías siempre. Estoy deseando conocerlo!!
Artículos, Gastroexperiencias
Cuando escucho frases como “Este vino es para mujeres”, ya sé que el vino que nos ofrecen es dulce, afrutado y ligero ¿Tenemos todas el mismo gusto?.
El pasado mes de mayo viví una experiencia muy enriquecedora siendo jurado profesional del concurso organizado por AMAVI, “La Asociación de Mujeres Amantes de la Cultura del vino”. Me gustó el enfoque ya que está dirigido a conocer los gustos de las consumidoras habituales.
La cata tenía lugar en el Hotel Vila Real en Madrid, justo enfrente del Palacio de Congreso, así que cogí el metro, dirección Plaza de España. Llegué demasiado temprano, por lo que pude observar cómo iban llegando los demás miembros del jurado, siendo, ni más ni menos que un total de treinta mujer de diferentes zonas de España y de muy reconocida profesionalidad dentro del sector del vino.
Como catadora os digo que no es nada fácil, como puede parecer, ser jurado. Hay que ser objetivo y no dejarse influir por los gustos personales de cada uno. También, respetar y valorar el trabajo que hacen las bodegas y viticultores. Lo digo, porque muchos de los catadores de concursos nunca han trabajado en una bodega y no son conscientes del trabajo que supone hacer un vino. Hay una historia detrás de cada botella: poda, enfermedades en la viña por el tiempo, momento idóneo de recogida, posibles contratiempos imprevistos…aunque cada año sea diferente. Esto es lo que hace que las añadas sean distintas y lo que también las enriquece e individualiza.
Los vinos que pasan este primer filtro son catados después por más de 200 mujeres, saliendo de ahí los vinos premiados, los que más les gusten a ellas, ¡claro!.
Conocía a Sonia Prince de Galimberti la presidenta de
AMAVI, una pionera en el mundo del vino que siempre ha apoyado el trabajo de la mujer dentro de este sector. En 1973 conjuntamente con su marido, Massimo Galimberti, inició el proyecto “VINOSELECCIÓN” con el objetivo de dar a conocer al mundo los vinos de las diferentes zonas vitivinícolas españolas; dejando así atrás las modas impuestas en ese momento, cuando sólo se conocía el vino de Rioja. Justo este año
AMAVI cumple 20 años, una gran labor fruto de mucho trabajo y dedicación.
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De izquierda a derecha: Yolanda Hidalgo y Sonia Prince |
Ahora mismo las mujeres tenemos un gran protagonismo, pero hace 25 años no era así. La viña, bodega, gerencia, etc. tenían en su dirección a hombres y las mujeres éramos relegadas al laboratorio o administración (oficina). Actualmente trabajamos tanto en el laboratorio como en la bodega. Allí somos tan válidas como ellos. Montamos la bomba con las mangueras para los trasiegos, realizamos las adiciones de productos. Soy consciente de las limitaciones físicas, y es curiosa la reacción de los bodegueros cuando te ven mover, por ejemplo, una barrica. Van corriendo a socorrerte como un gran caballero para evitar que termine haciéndome daño.
Desde mi punto de vista, vamos tomando poco a poco más protagonismo. Tampoco quiero hacer de esta entrada una guerra de géneros, con mi experiencia os digo que se trabaja mejor en los equipos formado por hombres y mujeres. Pero llama la atención que exista tan sólo una como presidenta de un consejo regulador teniendo 69 denominaciones de Origen en España. En cambio en la parte de marketing y divulgación hay más representación y tal vez, esto sea debido a que somos más comunicativas. No sé. ¡Puede ser! En definitiva, el vino sigue siendo un mundo de hombres, aunque las cosas vayan cambiando poco a poco. Y no es nada fácil, siendo un sector conservador y tradicional.
Para terminar, me quedo con las últimas palabras que dijo Sonia Prince antes de comenzar:
“Saber beber es saber vivir. Llenar las copas de vinos y a disfrutar”
Gastroexperiencias
Un ex jefe mío siempre me decía que “hay ferias donde uno tiene que estar sí o sí”; y Fenavin es, sin duda, una de ellas. Es bianual y reúne a todo el sector nacional del vino en Ciudad Real.
Tendréis curiosidad por saber qué se hace en este tipo de ferias dedicadas al vino. Algunos pensaréis que estamos todo el día de parranda y catando vinos de un stand a otro. Bueno, algo de esto también hay, pero estos eventos/saraos tienen mucho trabajo, tanto previo como en los días en los que se realiza. Semanas antes de que tenga lugar una feria de este tipo, hay que organizar bien la agenda de visitas con importadores, distribuidores, vinaterías, restaurantes, etc.; con todos los que, de una manera o de otra, se encargan de que los vinos lleguen al consumidor final. A la feria tiene que irse con la agenda más bien completa, aunque siempre surjan nuevos contactos imprevistos, que es precisamente de lo que se trata. Resulta imprescindible manejarse bien con el inglés, ya que muchos de los visitantes interesados en nuestro producto probablemente sean de fuera y ya os podéis imaginar lo que significa para una bodega la exportación.
Cuando uno llega, lo primero que tiene que hacer es recoger la acreditación, hay de varios tipos: de expositor, de profesional del sector, comunicación, importador o visitante. Todos vamos con nuestra identificación que lleva un lector de barras, para que, lógicamente, podamos identificarnos fácilmente con la gente que nos cruzamos y de pié a entablar algún tipo de contacto y de comunicación, que es a lo que se va. Así que nunca he entendido a aquellos que, por un absurdo afán de mantenerse en el anonimato, le dan la vuelta, dejando ver el pequeño plano que aparece por detrás que sirve para guiarse en el laberinto de puestos y stands en los que se convierte una feria de estas dimensiones.
Son días muy intensos de trabajo donde uno acaba física y mentalmente agotado, pero también contento por lo que supone de reencuentro con amigos y compañeros del sector que hace mucho tiempo que no ves, además de los nuevos contactos que uno logra hacer en esos días.
Cada bodega dispone de un espacio o stand para poder recibir y atender a la gente. Llama mucho la atención el estilo que cada uno confiere a ese rincón que le adjudican. Los hay enormes, con una decoración super clásica de muebles de madera, maceteros con cepas que tratan de reproducir antes que una bodega la recepción de un gran hotel de cuatro estrellas. Otros, sin embargo, resultan mucho más modestos, que en su pequeñez logran un estilo elegante y sencillo. Es precisamente en estos últimos en los que siempre te encuentras, inesperadamente, verdaderas joyas de vinos. Este año han estado presentes un total de 1361 bodegas, imaginaos la gran cantidad de referencias de vino que pueden llegar a concentrarse. Lógicamente, resulta imposible poder ver todas estas marcas en tres días, por mucha rapidez e intensidad que uno quiera dar a sus jornadas maratonianas. Es por ello, para agilizar la tarea de conocimiento previo y directo de los principales vinos que se presentan, por lo que en la primera planta de Fenavin se sitúa la llamada “Galería del vino”, en donde puedes catar, evitándote los desplazamientos y peregrinaciones entre las calles de la feria, la gran mayoría de los vinos que se exponen. Aunque no todas las bodegas están presentes en esa galería –siempre las hay que se consideran demasiado selectas para compartir el mismo espacio que sus competidoras-, resulta muy cómodo poder catar allí los vinos sin tener que soportar la atenta y escrutadora mirada del personal de la bodega en cuestión, que es lo que ocurre cuando la cata la haces en sus respectivos stands.
Quien haya visitado esta feria, habrá podido encontrarse, al final del llamado pabellón Ganímedes, cerca de la salida de emergencias, un lugar formado por trece barricas dispuestas en un espacio diáfano, todas ellas rodeadas de gente y vino, los denominados “Inkordia Wine”. Trece bodegueros independientes de diferentes zonas de España que elaboran vinos ecológicos, unos vinos que suponen un auténtico compromiso con la tierra y no una simple moda, como piensan algunos, de los que tratan de aprovechar el plus de lo medioambiental. Evidentemente, no eran los únicos vinos ecológicos que uno podía ver en Fenavín, pero me gustó el nexo y denominador común que une a todas y cada una de las bodegas allí representadas: empresas pequeñas, rebeldes, con estilo personal, formadas por bodegueros emprendedores que han decidido romper los moldes de lo convencional. Me gustó también la idea de estar alrededor de una barrica como si estuviéramos en una mesa redonda, librándonos de las barreras físicas de los stand, en donde los representantes de los expositores marcan las distancias, ellos, vendiendo, y tú delante, midiendo. Aquí todos estábamos con todos, mezclados, en un aparente caos y confusión, pero realmente manteníamos un orden y equilibrio superior, como ocurre en la propia naturaleza. Disfruté inmensamente catando los vinos de las trece bodegas y respirando el buen ambiente –en su sentido más ecológico- que se respiraba. Coincidió, mientras estábamos en ese rincón inesperado, con la hora de la charla de Joan Gómez Pallarés, uniéndonos los presentes en una coincidente escapada para verlo. Me encantó, gracias Joan.
Para terminar y así enlazar el tema de la feria con el de los vinos ecológicos. Os preguntaréis qué es lo que hace diferente un vino convencional de un vino ecológico. Pues bien, se trata de algo muy similar al resto de productos ecológicos que podemos encontrar en el mercado y puede servir el caso mismo de los tomates. Unos tomates comprados en una gran superficie, todos iguales en tamaño, con brillo y del mismo color y, por otro lado, los tomates de toda la vida, los de la huerta de nuestros abuelos, unos grandes, otros pequeños, de diversas formas y de aspecto nada regular, más bien feos. No es necesario decir cuáles son los más ricos, sobre todo si se comen sin demasiados aderezos y artificios, sólo con un poquito de sal y aceite, no hace falta nada más. Pero no es sólo el sabor. Como dijo Joan Gómez Pallarés en su charla: “es más puro y más autentico lo menos adulterado”.
Todos los “Inkordios” llevaban puesta una camiseta que dejaba ver por detrás sus nombres, una camiseta que inicialmente fue hecha para la feria y se podía comprar, el dinero recaudado iba destinado a la Campaña solidaria “Burbujas para Héctor”
Un gesto muy bonito, al que había lógicamente que unirse.
Yolanda Hidalgo
(Ydalgo Asesoría Enológica)
Gastroexperiencias
Una vez puesto el título al Blog lo busqué en google, como se suele hacer, para ver si alguien había tenido la misma idea y “voilá” encontré a Carotone (cantautor). Y me resulta esclarecedora y reconfortante su canción “Me cago en el amor”.
Os hablaré del vino basada en mi propia experiencia con él. Espero que os termine apasionando tanto como a mí.
Aquí os dejo la canción de Carotone porque………………………… buen vino, maravillosa vida, estupendo vicio.
Yolanda Hidalgo
(Ydalgo Asesoría Enológica)